Grupo de Estructuras de Datos y
Lingüística Computacional
Relaciones
morfoléxicas sufijales para el procesamiento del lenguaje natural
Prólogo,
por Manuel Alvar Ezquerra:
En unos tiempos como los que corren en los que el
mestizaje (no ya de razas, ni siquiera de culturas, sino simplemente de
saberes) y la transversalidad (por supuesto, de los conocimientos) lo
tiñen todo con un aire despreocupado, y hasta frívolo,
sin importar mucho o nada cuáles son sus consecuencias, ni
siquiera su origen, de vez en cuando surgen en el medio del
océano islotes firmes que no se dejan abatir por la fuerza del
oleaje impulsado por vientos de un lado y de otro.
Desde hace años, el Grupo de Estructura de Datos de
la
Universidad de Las Palmas de Gran Canaria está empeñado
en desarrollar una serie de herramientas informáticas de
utilidad práctica para el análisis y conocimiento de
nuestra lengua, en especial de las palabras, de sus estructuras
internas y de las relaciones que mantienen entre sí. Este libro
no es sino consecuencia de ese gran y mantenido esfuerzo. Cuando se
tienen claros cuáles son los objetivos que se quieren alcanzar y
cuáles son los medios para lograrlo, amén de una gran
pasión por el trabajo, así como confianza en el equipo
bien cohesionado, no es difícil ir completando etapas, ni
siquiera cuando los aires no son favorables o cuando hay que ir
sorteando mil escollos que surgen de continuo.
Si me he comprometido a poner estas primeras líneas del libro,
no es porque los autores sientan que con ellas queda arropado lo que
sigue –pobre protección la que yo pueda dar en este mundo en el
que no sé navegar–, sino porque me obligan la admiración
y respeto por el trabajo, y la deuda impagable de la amistad.
Todavía recuerdo cuando los miembros de este Grupo acudieron a
mí en busca de ayuda, porque alguien les había dicho que
yo sabía algunas cosas sobre las palabras y había
trabajado con maquinitas (que Dios se lo tenga en cuenta, si fue para
bien). Siempre he pensado en aquel manido refrán de que el
tuerto es el rey en el país de los ciegos, y nunca he
considerado haber llegado a la categoría de tuerto, ni en esas
cosas ni en otras muchas. Es más, se pueden tener dos ojos y
bien abiertos, pero si no se aplica un poco la inteligencia, de nada
vale. ¿Por qué le propinaba aquel mal ciego buenos
coscorrones a Lázaro de Tormes? Querían saber cómo
abordar el análisis de la lengua, y deseaban adentrarse en el
conocimiento de la lengua. Sólo tuve que desvelarles lo que para
ellos parecía un secreto que los lingüistas
guardábamos celosamente, cuáles eran los libros que
nosotros manejábamos para que se pusieran manos a la obra. Mi
sorpresa fue enorme al comprobar el interés que se habían
tomado por todo aquello que yo consideraba de mis terrenos, y cada
día necesitaban ampliar más sus conocimientos.
Después se decidieron a formalizarlo todo, incluso lo que desde
la perspectiva del estudioso de la lengua no es formalizable.
Más sorpresas. Paso a paso, pero con un andar ligero, iban
avanzando, y los resultados llegaban como caídos por su propio
peso: tesis doctorales, artículos, comunicaciones en
congresos... Habían logrado conjugar su formación
informática con los conocimientos lingüísticos en
una hibridación que parece totalmente normal, como si no pudiese
ser de otra forma.
Las páginas que siguen no son sino muestra del
quehacer
cotidiano a lo largo de muchas semanas, meses y años. Ahora, yo
sigo mirando, con los ojos bien abiertos, sus logros: sólo me
queda la postura del comparsa que se beneficia del trabajo ajeno, y de
la generosa amistad de los actores.
Por último, debo hacer constar la gratitud de quienes
necesitamos estos medios de análisis para realizar nuestras
tareas, aunque el alcance en el futuro, todavía no bien
entrevisto, será mucho mayor, pues no sólo nos valen para
conocer la lengua por dentro, qué mecanismos funcionan en su
interior, sino que nos servirán para facilitar la
comunicación entre las personas y las máquinas,
además del abanico de posibilidades de aplicación que
tienen en los ámbitos en que se usa la lengua, que no son sino
todos aquellos en que nos relacionamos las personas; piénsese en
la utilidad que pueden tener para el periodista que redacta
apresuradamente su crónica y necesita un corrector de estilo, o
para quien quiere cambiar las formas de tratamiento y las concordancias
consiguientes en un texto, o para el publicista que busca asociaciones
de palabras de diversa índole, o para el profesor de
español que quiere enseñar a estudiantes extranjeros las
estructuras más frecuentes en un tipo de textos, o las voces
más frecuentes en un determinado ámbito, o las
combinaciones más estables de palabras, etc., etc.
Sea, pues, bienvenida esta obra de informática
lingüística o lingüística informática,
de tecnología de la lengua, y que nos sea de provecho a todos.